Imagine una película sobre una guerra en la que nunca se muestra al enemigo y no hay acciones heroicas, sino errores; largas escenas en las que el único objetivo es transportar a un hombre en camilla de un lugar a otro. Algunos podrían pensar que una película así carecería de sentido o sería un completo fracaso. Sin embargo, se equivocarían. En el año 2000, el director israelí Amos Gitai creó "Kippur", una película maravillosa acerca de la guerra en la que no existen héroes ni justificaciones para la crueldad y desolación que las confrontaciones bélicas dejan a su paso.
Este año, otro director israelí, Guy Nattiv, lanzó Golda, una película sobre la guerra del Yom Kippur, un filme que pareciera la versión en negativo de la anterior: esta hace mal todo lo que la otra hizo bien. En Golda, no hay soldados que mueren o son acribillados pero sí hay cifras que Golda Meir, la cuarta Primer Ministra de Israel (1969 - 1974), con dolor apunta en una pequeña libretita; el acento no está en quien sufrió la desgracia, sino en quien dio la orden para que esos soldados sufrieran esa desgracia. Mientras Kippur gira en torno a soldados que con desesperación ven el desenlace de la guerra, Golda no presenta escenas de guerra, más allá de las lejanas y frías imágenes en blanco y negro que desde el cielo nos cuenta algún hecho de la guerra. La película no es sobre la guerra, es sobre Golda, a quien se muestra como una mártir, una heroína que sacrifica su cuerpo fumando sin parar, a pesar de tener un cáncer avanzado, porque en su cuerpo lleva el dolor de la guerra.
Claro, uno podría pensar, quizás con razón, que ambas perspectivas no sólo son necesarias sino complementarias, que así como hay que narrar el día de la batalla, también es importante conocer quiénes fueron los responsables de dirigir la guerra. El problema no está en lo que se decide mostrar, sino en la finalidad que se tiene con las selecciones que se hacen, con lo que el filme calla y con lo que las escenas muestran. En el caso de Kippur, la película profana la común majestuosidad con la que se presentan las escenas de guerra y las rebaja al dolor y padecimientos de los soldados. En Golda, por el contrario, el filme convierte el relato bélico en una gesta heroica.
Por lo demás, hay muchos silencios en la película sobre la vida de Golda. El filme calla las deportaciones de palestinos ordenadas por Maier, ignora que Israel llevaba seis años ocupando territorios como Gaza, así como la Península del Sinaí o los Altos de Golán. Alguna vez, la Primera Ministra dijo que los palestinos no existían, una posición que la película parece endorsar al ignorar en ésta la situación de los palestinos durante la guerra y el gobierno de Golda.
Curiosamente, el filme ha generado polémica por un tema diferente: la elección de Helen Mirren, quien no es judía, para representar a Golda. La discusión ha sido tan intensa, que incluso The Economist dedicó una columna al tema. Yo creo que es importante que actores de los grupos pocas veces visualizados en Hollywood aparezcan en las películas. También creo que nuevos vientos de antisemitismo circulan por un mundo cada vez más radicalizado por los odios, agitando olas en las redes sociales y que, por tanto, es necesario recordar los horrores causados por quienes generan odio hacia los miembros de una religión. Aún así, pienso que la crítica está errada por dos razones. La primera es que Helen Mirren hace un papel difícilmente igualable y, de hecho, su actuación es lo más rescatable de toda la película. Lo segundo es que no es cierto que en Hollywood, los judíos sean un grupo social discriminado. Steven Spielberg, Woody Allen, Joaquin Phoenix, Daniel Day Lewis, Natalie Portman y Gwneth Paltrow, por solo citar algunos, son judíos y han ganado el Óscar recientemente. La decisión de escoger a Mirren parece nacida de la admiración que el director tuvo por el talento de la británica y no por ningún otro afán. Por lo demás, no creo que la elección de una actriz judía, en lugar de Mirren, hubiese contribuido a la visualización y no discriminación de los actores y actrices judías.
Golda es una película creada para generar admiración por quien ganó una guerra. No es la paz la que se festeja, sino la batalla. No es la discusión de la paz con Anwar El-Sadat, ni el costo de lograr el acuerdo lo que muestra la película, es la maestría con la que Golda ganó una guerra. Una guerra en la que mientras muchos morían, ella escribía números en una libretita y se destruía a sí misma.
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